lunes, 30 de mayo de 2016

HACE CIENTO CINCUENTA AÑOS ERA EL FRANCÉS; AHORA, EL INGLÉS


DE LA PREPONDERANCIA DEL FRANCÉS HEMOS PASADO A LA DEL INGLÉS   


     <<Las ciencias con sus descubrimientos, las artes con sus máquinas y aparatos, la literatura con sus extravíos, las evoluciones y las revoluciones políticas con sus decepciones y desastres, todo lo vamos recibiendo de Francia: nuestro teatro se surte en abundancia de arreglos más o menos reglados del teatro francés, el cual nos ha regalado hasta el repertorio, voz que ya teníamos con otras acepciones, pero que hemos olvidado para aprender la nueva; francesas son, con raras excepciones, las novelas que lee nuestra juventud; vestimos telas francesas y con el corte que les place a los ministros de la moda de París; de París vienen muchos de los muebles que adornan nuestras habitaciones; si comemos en casa, lo hacemos a la francesa; las fondas, posadas y mesones se llaman hôteles y restaurantes, donde comemos a la carta o por lista; y nuestros más espléndidos saraos y festines tienen sus mesas abastecidas con vinos de Burdeos, Macon y Champaña, con pavos trufados en París, con dulces y pasteles labrados en Francia; de Francia nos vienen muchos medicamentos y a Francia vamos a bañarnos o a tomar las aguas minerales; por Francia viajamos muy a menudo y a Francia emigramos con no escasa frecuencia; además de algunas comisiones permanentes que tenemos establecidas en París, a aquella capital mandamos bastantes comisiones y pensionados temporeros; en todas nuestras escuelas e institutos de segunda enseñanza hemos puesto cátedras de lengua francesa; y colegios hay que se recomiendan al público anunciando que en ellos se habla exclusivamente el francés, lo cual debe de ser maravilloso para perfeccionarse en el castellano; nuestra deuda exterior, en fin, ha constituido en acreedores de España a la mitad de los franceses, circunstancia que no empece para que estos nos faciliten años ha el servirnos de su misma moneda (a cambio de la nuestra, se entiende), llevando su galantería hasta el punto de remitirnos abundancia de unas cosas llamadas porta-monedas, con lo cual podemos suprimir hasta los antiguos bolsillos.


     Esta enumeración, señores, es de todo punto exacta: preciso es confesarlo y no menos forzoso el resignarse. La Francia, por una serie de acontecimientos que registrará la historia, ha alcanzado un puesto altísimo en la jerarquía de los Estados europeos; sabe más y, por consiguiente, puede más que nosotros; las leyes de la atracción en el mundo moral son muy parecidas a las de la gravitación en el mundo material y no hay medios hábiles para librarse de la fatalidad de su acción. A la Francia yo se lo envidio todo, menos el idioma, a pesar de las dotes que algunos le encuentran y de las cuales en verdad no está desposeído. Venga, pues, del vecino imperio toda la luz que allí abunda, pero, al atravesar los Pirineos, descompongámosla por el prisma del idioma castellano. Imitemos a nuestro excelso fundador: francés era Felipe V; mas, al sentarse en el trono de Castilla, comprendiendo los deberes de jefe de la nación cuyos destinos iba a regir, uno de sus primeros actos fue sancionar la creación de esta Real Academia Española. Un pueblo puede aceptarlo todo de otro pueblo, menos el idioma, porque todo puede ser bueno menos el suicidarse; y un verdadero suicidio comete el pueblo que corrompe su lengua y la trueca por otra, y borra y anula el carácter más propio y expresivo de su nacionalidad>>.

     (Fragmentos del libro titulado Del arcaísmo y el neologismo -1863, páginas 45 y 46-, obra de Pedro Felipe Monláu y Roca, académico de la RAE).


Hace ciento cincuenta años Pedro Felipe Monláu clamaba contra los galicismos y la importancia de Francia; hoy sería contra la anglicanización


     Sustitúyase Francia por Estados Unidos; francés, por inglés; teatro, por cine; vino, por whisky, güisqui o huisqui -a gusto del consumidor-; háganse unos retoques más... y estos dos párrafos del insigne académico barcelonés, escritos hace ciento cincuenta años -ciento cincuenta y tres, para ser más exactos-, parecerán de hoy día.

     Por otra parte, los dichos párrafos también podrían servir para que los anglomaníacos reflexionasen un poco; pues, si hace siglo y medio eran Francia y el francés los que robaban la atención de los demás pueblos, y hoy Francia y el francés se hallan en la misma situación que los españoles, ¿quién nos asegura que dentro de unos decenios –no otro siglo y medio necesariamente- los anglosajones no se verán también así a causa de otro idioma?, ¿el chino mandarín quizás?



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