Estas semanas he leído algunas noticias referidas a la importancia del español (tanto en Europa como en el resto del mundo), lo cual me ha sorprendido, ya que mueven a pensar que en España a la gente aún le interesa su idioma; bien que pronto la realidad desmiente tal pensamiento: al ver cada vez más carteles en las calles que anuncian guarderías, cursos de especialización o actividades educativas en que se usa el inglés solamente.
Estamos pasando, con la tolerancia -y, en la mayor parte de los casos, colaboración- de nuestros políticos, del <<aprender idiomas>> y el cacareado <<bilingüismo>> al monolingüismo -en inglés, claro está-, lo cual ya se veía venir desde que los centros de enseñanza comenzaron a pelearse entre sí por cuál era el que más asignaturas daba en la lengua de Shakespeare –en perjuicio, naturalmente, de la de Cervantes-. El daño que de esta manera se está causando es enorme, ya que la sustitución del español por el inglés en la enseñanza acarreará, tarde o temprano, la sustitución del español por el inglés en la vida corriente de las personas educadas en tal idioma. Las voces de quienes se alzan contra este abuso no llegan, por desgracia, a los más de los ciudadanos, que creen, con fe inconmovible, que para sus hijos la anglicanización es lo más conveniente.
Visto lo visto, lo que no entiendo es por qué, si el fin es imponer el inglés como la lengua de España (con quebrantamiento del artículo 3 de la Constitución), publicamos noticias en las que elogiamos esa lengua –llamada español o castellano- de la que queremos renegar. Al fin y al cabo, ¿qué nos va en que se hable más o menos?; ¿qué nos va en que compita con el globish o no?
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