Sin embargo, este otro sustantivo es antiguo y castizo. Vemos dos ejemplos de su uso en la obra del escritor clásico José Laínez Daniel, cortesano en Babilonia [1644]:
<<… reverberan no sé qué señas en los ojos y en las cejas y en todo el rostro del hombre -que son traslumbres de sus afectos, huellas de la imaginación, centellas de lo más íntimo-…>> (página 121, columna 1).
<<… despidiendo rayos que deslumbren, truenos que aturden, traslumbres que ofusquen…>> (página 454, columna 1).
Fuentes
Diccionario y fichero de la RAE (consultados el día 6 de abril de 2017).
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