Hoy, 5 de mayo de 2018, ha muerto, a los 75 años de edad, el conocido periodista José María Íñigo Gómez. Era, en la actualidad, uno de los más acérrimos enemigos del uso de anglicismos y otros extranjerismos innecesarios.
Todos los domingos, en el programa Hoy no es un día cualquiera, de Radio Nacional de España, presentaba el apartado ¡Hablemos español, leches!, donde se criticaban las muchas voces inglesas que afean y corrompen nuestro idioma; a la par, se proponía cómo traducir dichas voces de la manera más correcta.
Otra cosa muy importante de ¡Hablemos español, leches! era que gran parte de los anglicismos que se analizaban los mandaban los propios radioyentes (que veían tales vocablos, mayormente, en anuncios y establecimientos comerciales), con lo que se favorecía, así, que la gente participara en una gran tarea de crítica constructiva —mostrando, además, que no todos aceptan irreflexivamente lo anglosajón como si fuera lo más maravilloso del mundo—.
Una vez, se leyó el mensaje de un radioyente que había estudiado en Francia hacía muchos años. En el mensaje contaba que uno de sus profesores de entonces se quejaba de que los anglicismos estaban destrozando el idioma de Molière. Tal cosa sirvió para sacar a colación que en España ahora comenzábamos a caer en la cuenta de lo mismo que en el país vecino respecto de nuestra propia lengua.
Todos los domingos, en el programa Hoy no es un día cualquiera, de Radio Nacional de España, presentaba el apartado ¡Hablemos español, leches!, donde se criticaban las muchas voces inglesas que afean y corrompen nuestro idioma; a la par, se proponía cómo traducir dichas voces de la manera más correcta.
Otra cosa muy importante de ¡Hablemos español, leches! era que gran parte de los anglicismos que se analizaban los mandaban los propios radioyentes (que veían tales vocablos, mayormente, en anuncios y establecimientos comerciales), con lo que se favorecía, así, que la gente participara en una gran tarea de crítica constructiva —mostrando, además, que no todos aceptan irreflexivamente lo anglosajón como si fuera lo más maravilloso del mundo—.
Una vez, se leyó el mensaje de un radioyente que había estudiado en Francia hacía muchos años. En el mensaje contaba que uno de sus profesores de entonces se quejaba de que los anglicismos estaban destrozando el idioma de Molière. Tal cosa sirvió para sacar a colación que en España ahora comenzábamos a caer en la cuenta de lo mismo que en el país vecino respecto de nuestra propia lengua.
Ni que decir tiene que hay que continuar con tal labor.
Requiescat in pace.
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