miércoles, 29 de junio de 2016

PETALOSO


de pétalo un niño de ocho años en Italia ha forjado el adjetivo petaloso


     Hace unos meses, en febrero de este año, ganó fama un adjetivo en toda la red: el adjetivo petaloso, que significa 'lleno de pétalos', ya que, como se echa de ver, deriva de pétalo.

     Dicha voz era un neologismo de la lengua italiana (en la que pétalo se dice de la misma manera que en español, aunque se escribe sin tilde), que acababa de inventar, en la escuela, un niño de ocho años. La profesora envió el vocablo a la Academia de la Crusca –que, desde 1583, es la encargada de velar por el idioma nacional- y esta respondió que estaba bien formado conforme al genio de la lengua italiana.

     Si va a decir verdad, el que el neologismo hubiera sido forjado por un niño parece ser la única razón del buen éxito que ha tenido petaloso, aunque también podría traer causa de la autoridad de que goza en Italia la Academia de la Crusca y la atención que se presta allí a sus decisiones; porque, si atentamente lo consideramos, el adjetivo en sí no tiene nada de extraordinario ni para el italiano ni para el español, lenguas que, por descender de la latina, son de similar índole.

     Así, vemos que, en nuestro castellano, de muchos sustantivos terminados en –o se derivan adjetivos en –oso: de aparato, aparatoso; de bulbo, bulboso; de coco, cocoso; de fárrago, farragoso; de lamento, lamentoso; de número, numeroso; de óleo, oleoso; de pantano, pantanoso; de pámpano, pampanoso; de peligro, peligroso… Siguiendo esta regla, nada costaría derivar petaloso de pétalo, comoquiera que los vocablos nuevos obtenidos de otros vocablos españoles por los medios de derivación habituales de nuestro idioma también deben considerarse, con propiedad, españoles.

     Con eso y todo, es poco probable que petaloso se asiente en español, ya que, como todas las cosas que rápidamente se ponen de moda, rápidamente también se olvidan; máxime en los tiempos en que vivimos. Por muchos pétalos que tenga el adjetivo, barruntamos que pronto se marchitará.


viernes, 24 de junio de 2016

BREXIT



Tras el brexit, ¿qué ocurrirá con el inglés en la Unión Europea?



         El día 23 de junio, los ciudadanos del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte –nombre oficial de aquella nación- decidieron dejar la Unión Europea. Por un puñado de votos ganó el <<sí>> al brexit, acrónimo de Britain (Gran Bretaña) o British (británico) y exit (salida), que nos han hecho aprender de memoria los medios de comunicación -y que, como se echa de ver, debería traducirse por <<salida de Gran Bretaña de la Unión Europea>> o, más brevemente, por <<salida británica de la Unión Europea>>-.

     Todo el mundo habla de las consecuencias económicas de la dicha salida; pero yo me hago una pregunta de distinta naturaleza y que nadie debe de hacerse en nuestra patria (aunque, quizá, sí en Francia y Alemania): ¿se alterará algo, en materia lingüística, la Unión Europea tras la salida de Gran Bretaña?

     En esta peculiar confederación que es la UE, en el último decenio, el plurilingüismo ha ido decayendo en beneficio del uso casi único del idioma anglosajón. Claro está que es imposible tratar de la misma manera a todas las lenguas del continente -que sería lo ideal-, pero, por lo menos, sí que se podría favorecer a las más importantes. Hace, aproximadamente, quince años, el español, junto con el francés y el inglés, se empleaba en muchos trabajos cotidianos –por así llamarlos- de la Unión; después, nos quitaron el español y pusieron el alemán; y, actualmente, cada vez se oye menos alemán y francés y más, más y más inglés. El idioma de Luis XIV, a trancas y barrancas, resiste; pero por lo muchísimo que pelean –y pagan- los franceses para ello .

     Tras la salida británica, sin embargo, barrunto que nada va a alterarse. Cierto es que, de ahora en adelante, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte ya no tendrá voz ni voto en las instituciones, de suerte que quedará en una situación similar a la de Noruega; cierto es que el inglés ahora será una lengua de miembros de menos peso y población –Malta e Irlanda (y, en este último, el primer idioma oficial es el gaélico)-; pero eso que se llama eurocracia ya está tan anglicanizada que no mudará de costumbres. Estoy seguro de que a ninguno de los eurócratas se les habrá pasado por la cabeza, en las últimas horas, un pensamiento del estilo de <<se lo decíamos todo en inglés y ellos, en agradecimiento, se largan>>. Y estoy seguro de que tampoco se tratará de instaurar un plurilingüismo moderado que devuelva su importancia a las consideradas cuatro principales lenguas de Europa (francés, español, alemán e italiano).

     Es de notar que, en España, se ha hablado muchísimo de la salida británica de la UE, de suerte que algún extranjero descuidado que se hallara, de paso, aquí, no dudo que habría imaginado que éramos nosotros los que votábamos (esto es, que en vez de un brexit había una españida -si se nos permite forjar un término análogo-). Algunos periodistas, que se han percatado de ello, lo atribuyen al miedo a que la salida británica perjudicara nuestro comercio; pero otros –los menos- han hecho hincapié en que el Reino Unido es uno de los destinos hacia donde emigran los licenciados españoles, ya que, de un tiempo a esta parte, España exporta no sólo tomates y naranjas, sino también licenciados universitarios. Lo curioso es que, como siempre que se toca este asunto, nadie se para a reflexionar sobre por qué al otro lado del Canal de la Manga hace falta tanta gente con título y aquí sobra.



martes, 21 de junio de 2016

DEL DRAE AL DILE



se muda el nombre de las cosas y se discute por ello, como si así mudara la esencia de la cosa, pero no es esto lo que le pasa al DRAE cuando lo quieren llamar DILE


     En los tiempos actuales, la gente muda los nombres de las cosas, quizás, porque cree que, con tal mudanza, la cosa misma también se transformará. 

     La importancia que a veces se da a forjar nuevas maneras de designar lo que ya hay trae a la memoria aquellos versos de Borges:

     <<Si (como afirma el griego en el Cratilo)/ el nombre es arquetipo de la cosa,/ en las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo>>.

     Pero no es éste el caso del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), al que se quiere llamar Diccionario de la lengua española (DILE); y no lo es porque el nombre oficial de tal libro nunca ha sido el primero, sino el segundo.

     Es verdad que todo el mundo dice Diccionario de la Real Academia o Diccionario de la Academia y que, cuando uno pone las siglas DRAE en un buscador de la Red, el buscador lo manda al dicho diccionario, en la página electrónica de la corporación; pero si miramos el título que aquel lleva oficialmente desde su primera edición, allá por el siglo XVIII, comprobamos que no es otro que Diccionario de la lengua castellana y, desde el siglo XX, Diccionario de la lengua española. Eso sí, siempre ha añadido que su autora era la Real Academia correspondiente. Por tal manera, comoquiera que lengua castellana y lengua española son lo mismo o casi lo mismo (y ello porque el castellano es la lengua general de España), el nombre que se le da ahora no es otro que el suyo propio. El llamarlo de la otra forma quizás trae causa de que sus modelos, los diccionarios italiano y francés, sí que se titulaban Vocabolario degli accademici della Crusca y Dictionnaire de l'Académie françoise, respectivamente.

     Pero, si bien se considera, en el caso del DRAE -o DILE- el nombre es lo de menos. Lo más importante es el contenido, esto es, los vocablos, que son los que constituyen la lengua castellana o española. Como acertadamente decía Alfaro, siguiendo a Cuervo, las palabras no son castellanas por estar en el Diccionario; sino que están en el Diccionario porque son castellanas.

     Y, por otra parte, el que se conozca un diccionario con el nombre de su autor –sea este persona física o jurídica- nada tiene de raro, máxime en el caso de la Real Academia Española, que, según sus propios estatutos, desde que fue creada, es la encargada de limpiar, fijar y dar esplendor a nuestro idioma.



viernes, 17 de junio de 2016

CENTINELEAR


los guerreros de Siam hacen de centinelas; esto es, lo que hacen es centinelear


 El verbo centinelear, derivado del sustantivo centinela, no lo trae el diccionario de la Real Academia –y ninguno otro que conozcamos-; pero procede del español clásico, ya que lo hallamos en la obra del sefardí Abraham Pereyra, que vivió en Flandes y que, en 1671 -5431, según el calendario judío-, publicó una obra titulada Espejo de la vanidad del mundo:

     <<…se salió y, desde un alto lugar, dio voces al capitán Abner, diciendo que él y todos los suyos merecían la muerte, porque se habían dormido, cuando debían de centinelear la persona del rey>> (página 322).

     Por lo que hemos podido averiguar, mirando la Red, este verbo, tuvo uso, aunque muy escaso, en España hasta no hace tanto tiempo, pues en GOOGLE BOOKS sale la siguiente cita, del siglo XIX:

     <<…se cerca el palacio y la casa del almirante, centineleando toda la noche…>> (página 297 de la obra Elementos de la historia general de España desde el diluvio universal hasta el año de 1826, de Santiago de Alvarado y de la Peña, publicada el mismo año).

     Hoy día solo se usa en América.


lunes, 13 de junio de 2016

NI LA IGNORANCIA NI EL AISLAMIENTO


no es la ignorancia ni el aislamiento respecto de Europa -representado por un muro- lo que nos mueve a anglicanizarnos


 Con motivo del fracaso de España en Eurovisión, a pesar de llevar la cancioncilla in globish, he leído comentarios sobre el porqué de nuestra cada vez mayor anglomanía: unos lo echan a que, como España es la nación europea donde menos se habla inglés, tratamos de demostrar que tal cosa no es cierta; otros, a que propendemos a relacionar nuestro idioma con el aislamiento internacional que padecimos en lo pasado.

     La primera razón no parece acertada. Yo recuerdo que, desde niño, a los de mi generación, tanto nuestros padres como nuestros profesores, a todas horas, insistían en la importancia de saber idiomas (entonces se hablaba de <<idiomas>>, en general); y, en la universidad, a no pocos de mis compañeros veía con libros de las academias de idiomas: de inglés y francés, alemán e italiano. También conocí a buen número que estuvieron, gracias al Erasmus, en Francia, Alemania y Gran Bretaña.

     Por otra parte, si tan mal habláramos inglés, no se habrían ido tantos compatriotas nuestros con título universitario fuera a buscar trabajo, habida consideración que tal emigración comenzó tiempo antes de la mala situación económica actual: cuando en España el tener carrera dejó de ser un mérito para convertirse en una cosa más. Me sorprende que esto a veces se olvide, de la misma manera que se olvida el que en otras naciones tener carrera universitaria es rara ave y la gente suele ponerse a trabajar al acabar el bachillerato.

     Pero, por si lo anterior fuera poco, conviene tener presente que no solo de España se dice que es el Estado en que menos se habla inglés; también de Francia. Hace cuatro años, precisamente, oí a uno que había estado allí cómo contaba que, al tratar de entenderse en inglés con la gente, muchos no lo comprendían (dijo que <<hasta la gente joven>> dominaba mal el inglés).

     Lo segundo, lo de que relacionamos nuestra lengua con el aislamiento pudiera haber tenido sentido hace decenios, pero hoy no: España dejó de estar aislada internacionalmente hace cuarenta años porque hace cuarenta años que acabó la Dictadura… y lo que es más, ya antes se había comenzado la apertura a lo exterior: cuando Estados Unidos, en atención a que su gran enemigo era la URSS, pasó a considerarnos como un aliado. En aquella época, nuestra nación entró en la ONU (en la que, por cierto, no solo el inglés es lengua oficial; sino también el español, el chino, el francés, el ruso y, más recientemente, el árabe). Tras la restauración democrática, España se ha hecho miembro de la Comunidad Económica Europea (ahora llamada Unión Europea) y ha firmado infinitos tratados y convenios, hasta el punto de que los profesores José Carlos Fernández Rozas y Sixto Sánchez Lorenzo, en su Manual de Derecho internacional privado dicen que es raro hallar un Estado que haya firmado tantos tratados sobre la materia como el nuestro.

     Las verdaderas razones de la anglomanía de los nuestros, como han afirmado algunos de la Real Academia Española, justamente, con motivo de lo de Eurovisión, son de otra naturaleza: sentimiento de inferioridad y papanatismo. Si seguimos viéndonos aislados, a pesar del tiempo que ha pasado y de lo mucho que ha progresado nuestra patria, ello no trae causa de que sigamos aislados.

     Y lo más gracioso es que el atribuir esta manía al aislamiento y al afán de apertura a lo exterior se torna absurdo si volvemos de nuevo los ojos a Francia, donde, a pesar de la ley de Toubon y las varias asociaciones de defensa de su lengua, cada vez hay más y más anglomaníacos; y ello, a buen seguro, no será porque allí estuviera mandando hasta hace poco Philippe Pétain.


lunes, 6 de junio de 2016

EL DÍA DESPUÉS

¿THE DAY AFTER?


     Hace años, cuando comenzó un programa deportivo que se llamaba El día después, algunos dieron en que tal expresión era incorrecta, por anglicista -al ser igual a the day after-, ya que, en español, lo que suele decirse es el día siguiente.

Él día después es expresión propia del español, no anglicismo
El día después, nombre de un programa deportivo muy visto

     Sin embargo, tal crítica se ha demostrado que carecía de sentido. Si se consultan las fuentes literarias antiguas, puede comprobarse que el día después es expresión que se usa en nuestra lengua desde la época clásica:

     <<Enmendó el cacique su falta de reparo, enviando el día después treinta indios de mayor porte...>> (Antonio Solís y Rivadeneyra Historia de la conquista de México, libro I, capítulo XX, [1684] en la Biblioteca Virtual Cervantes).

     El CORDE de la Real Academia nos da más ejemplos. Así:

     <<La orden dellos era esta: que luego, llegados todos delante la duquesa, se asentaban a la redonda, cada uno a su placer o como le cabía; y al asentar poníanse ordenadamente un galán con una dama hasta que no había más damas, porque casi siempre eran más ellos. Después, como le parecía a la duquesa se regían, la cual las más veces daba el cargo de gobernar a Emilia. Así que el día después de la partida del papa, estando todos a la hora acostumbrada en el lugar ya dicho, después de muchas pláticas buenas y de mucho gusto, la duquesa ordenó que Emilia comenzase aquella noche los juegos…>> (Juan Boscán Traducción de <<El cortesano>>, de Baltasar de Castiglione [1534]).

     <<Su primer cuidado fue el aseo y adorno de la iglesia y el entablar la doctrina cristiana, a que atendieron desde el día después de su llegada…>> (Manuel Rodríguez El Marañón y Amazonas [1684]).

     Y, si se considera atentamente, la expresión el día después está construida de la misma manera que el día antes, la cual también se emplea en español desde tiempos antiguos (CORDE):

     <<…que tengan y procuren ampolletas de arena o de agua que sean de hora entera (y mejor será de medias y, aun, quarto de hora); y, con estas, tengan cuenta y vigilancia desde el día antes, quando el Sol se puso, hasta que aquel día que han de obrar salió, quántas horas (y medias o quartos, si los huviere) passaron…>> (Pedro Mejía Silva de varia lección [1540 – 1550]).

     <<Y en amaneciendo, mandó que viniesen a él los más de sus soldados, y que fuese sacado allí en medio el despojo que el día antes habían habido…>> (Fernando de Mena Traducción de la <<Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea>> de Heliodoro [1587]).

     <<Quien trajo esta carta era un caballero napolitano, el cual, mientras esta diligencia se hacía, acertó a ver al príncipe, aunque disfrazado, el día antes del torneo, y supo que servía encubierto en casa del duque de Calabria>> (Alonso del Castillo Solórzano Aventuras del bachiller Trapaza [1637]).


Fuentes


     Biblioteca Virtual Cervantes, Historia de la conquista de México, consultada el día 27 de mayo de 2016.

     REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es [fecha de la consulta: 27 y 31 de mayo, y 1 de junio de 2016].










viernes, 3 de junio de 2016

LA GRAN PREGUNTA

¿CUÁL ES LA MAYOR AMENAZA PARA EL ESPAÑOL?


     A la gran pregunta responde, acertadísimamente, el actual director de la Real Academia, Darío Villanueva:


Darío Villanueva, Director de la RAE, nos dice cuál es el mayor enemigo del español



     <<En muchos casos habría que decir que es la presión de la lengua predominante, que es el inglés, pero lo matizaría porque la presión de una lengua sobre otra siempre ha existido. De hecho, la Academia española nació hace 302 años por la preocupación que un grupo de ilustrados tenía por la presión que ejercía el francés. Lo que más me preocupa es el papanatismo lingüístico, es decir, que poco a poco y sin justificación dejemos penetrar el inglés más allá de lo que sería razonable. El español es una lengua fuerte que se defiende bien, pero muchas veces preocupa esta actitud de papanatismo. Particulares, empresas y entidades dan entrada a expresiones y palabras del inglés absolutamente innecesarias>> (Fragmento de una entrevista publicada en el Diario de Mallorca el día 08-06-2015).