miércoles, 25 de mayo de 2016

ANGLICANIZACIÓN A TODA COSTA

  
Como gansos nos dejamos anglicanizar, con la cantinela de lo bilingüe


     No ganamos para sustos. Parecía que, con la justa reprimenda de la Real Academia por cantar en inglés en Eurovisión y con la campaña que la docta corporación ha hecho sobre la anglicanización de la publicidad, íbamos a mirar un poco más por nuestro idioma, cuando comprobamos que a los políticos españoles el español -que es lo que ellos hablan, por cierto- les importa un comino.

     Así, en un periódico de Castilla y León, leemos que la Consejería de Educación está revisando cada una de las secciones bilingües de los colegios de la comunidad para corregir los defectos y aumentar la calidad –del inglés, claro está-.

     Les debe de parecer que no han anglicanizado lo suficiente la educación; que el que se den en inglés las Ciencias Naturales, las Sociales, la Plástica y, a veces, más asignaturas, es poco y que hay que seguir… ¿pero hasta dónde? Quizás la respuesta sea <<hasta darlo todo en inglés, como si España fuera Nigeria>>; quizás la respuesta sea <<eso del bilingüismo es sólo el paso previo para el all in english>>.

     Nuestros políticos se afanan por convertir, a toda costa, la educación en una inmensa academia de inglés (ahora solo de inglés, aunque antes, cándidamente, hablaban de <<idiomas>>, en general). No callan con lo imprescindible que es el dominar la lengua anglosajona (ya no <<idiomas>>, en general); pero, en atención a que el presentarse a oposiciones es una de las aficiones más extendidas entre los españoles, el saber la Constitución y varias leyes orgánicas al pie de la letra también se ha convertido en imprescindible y –que yo sepa- los encargados de la educación no ponen gran empeño en que en los colegios e institutos los alumnos sepan tales leyes como el padrenuestro.

     Tampoco dicen –o no ven- que, una vez anglicanizada gran parte de la población, el dominio del inglés en España dejará de ser un mérito, de suerte que los que confíen en que sus hijos triunfen por sólo hablar perfectamente la lengua de Shakespeare acabarán frustrados –salvo que los manden después a un Estado anglosajón, donde el número de estudiantes que hay en la Universidad es escasísimo; y el dominar idiomas, rara avis in terris-.

    Pero lo más grave es que, anglicanizada España, el idioma español –internacional, como el inglés, el francés, el ruso, el árabe y el portugués- vendrá a menos: los extranjeros no necesitarán estudiarlo –sobre todo, los anglosajones-; dejaremos de demandar que se use en las funciones internacionales; y desaparecerá definitivamente de las zonas en las que se halla en peligro (Puerto Rico, Filipinas, Sahara Occidental, sur de los Estados Unidos), porque ¿qué ejemplo les daremos a estos hispanohablantes si nosotros mismos despreciamos el idioma que decimos que también es el suyo? Allende de esto, con el paso del tiempo, la abundancia de anglicismos será mayor, porque la gente se entenderá con las palabras inglesas sin necesidad de buscar adaptaciones de ellas. Los que piden que se respeten los anglicismos y nos acusan de puristas, paradójicamente, no hacen lo mismo cuando se reprocha a los españoles que no dominamos bien el inglés y que, cuando lo hablamos, metemos mucho la pata. ¿Por qué los errores de un hispanohablante, al usar el español, son menos graves que los de un español al emplear inglés, si esta última lengua es extraña y, por tanto, un hispanohablante estará más propenso a confundirse? ¿Por qué, si los anglomaníacos tanto quieren que los españoles hablemos en inglés rechazan que metamos hispanismos, cuando ellos tanto gustan de meter anglicismos en el español? La respuesta a esto es la siguiente: porque los anglomaníacos, aunque lo nieguen, tienen al inglés por superior y el <<corromperlo>> o <<usarlo mal>> les duele, cosa que no les ocurre con su despreciado español o castellano -que es su idioma, por cierto-.

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