martes, 29 de noviembre de 2016

DEFENSA DEL IDIOMA (III)


ANGLICISMOS Y ANGLICANIZACIÓN

     Con el término anglicismo nos referimos al uso de vocablos de la lengua inglesa en la nuestra: unos, por no tener traducción fácil; otros -los más-, por moda.

     Pero con el término anglicanización designamos otra cosa más profunda: la acción y efecto de infundir índole anglosajona a algo. Cierto es que vocablos de la misma familia léxica -como anglicano, anglicanizado y anglicanizar- suelen emplearse para tratar del nacimiento y desenvolvimiento de la Iglesia protestante de Inglaterra (Iglesia anglicana), mas también son términos que comprenden lo lingüístico y lo social. Así, podemos decir que nuestra lengua se anglicaniza cuando se llena de palabras inglesas o que nuestra nación se anglicaniza cuando se impone el uso del idioma inglés en muchos ámbitos de la vida cotidiana -hasta el punto de sustituir en tales ámbitos, a veces, al español-.



Anglicanizar y anglicanización no sólo se han de aplicar a la Iglesia protestante de Inglaterra
Enrique VIII, fundador de la Iglesia anglicana


     Es de notar que el que más y el que menos conoce la voz anglicismo; pero anglicanizar, anglicanización y otras parecidas (como anglificación o anglización) se oyen poquísimo, cosa que no juzgamos casual, ya que, cuando una persona quiere oponerse a algo, si no tiene un término breve y significativo para llamarlo, en el fondo, no sabrá explicar a los demás cuál es el objeto de sus críticas. Quizá por tal razón, a diferencia de lo que ocurre en Francia, donde hay mucha gente en contra de la anglicisation, en España es escaso el número de los que se manifiestan públicamente contra la imposición abusiva del inglés. La RAE lo hace de cuando en cuando (en particular, su director, Darío Villanueva, que censura lo que considera <<papanatismo lingüístico>>); por desgracia, el común de los ciudadanos no cae en que la defensa de la lengua no corresponde solo a los académicos o a los expertos, sino a todos.

     Tampoco a nuestros políticos parece que les ponga cuidado el idioma, ya que atienden más a lo que nos divide -porque da votos- que a lo que nos une. Si en las Cortes españolas, como se hace en las de Francia, se hablara seriamente de los anglicismos, la anglicanización y de los remedios que sería conveniente aplicar, a buen seguro que otro gallo nos cantara.



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